Nicolas es estudiante y, como muchos otros, debe trabajar para pagar su alquiler y algunas salidas. Si su situación es bastante banal, algunos detalles de su vida no lo son tanto: es negro de universidad. “Es una de las pocas actividades intelectuales por las que puedo ganar dinero a mi edad”. 24 años y pocas ganas de trabajar como camarero en un café o dependiente en una tienda. Los numerosos anuncios que se encuentra en sitios internet de trabajo para estudiantes sugieren que Nicolas no es un caso excepcional. Pero las universidades no se pronuncian al respecto. De las contactadas para este reportaje, solo una ha respondido. Se trata de Paris 8: “Estas prácticas son ilegales, por lo que no tenemos nada que decir al respecto. Si quiere avanzar, no se dirija a los servicios de comunicación de las facultades”. Mensaje recibido.
Nicolas y su jefe: un negocio en marcha
Nicolas por su parte, no duda en contarnos los entresijos de su ‘profesión’. Conoció a su ‘jefe’ a través de un amigo. Diplomático en la treintena, casado con dos hijos, Hicham viene del Golfo, pero no nada en la abundancia. Cuando Nicolas le reclama 750 euros al mes para la redacción de una tesis durante dos años, se declara incapaz de pagar esa suma. Al final, llegan a un acuerdo: 600 euros al mes. Sin IVA, por supuesto.
Si Hicham está dispuesto a pagar dicha suma por su diploma, es porque esta no es su primera experiencia con Nicolas. Este ya ha escrito dos memorias en su nombre, con una nota de 15 y 16 sobre 20, respectivamente. Hicham pagó, a plazos, 2.500 euros por las 90 páginas del primero de sus trabajos, y 4.000 por las 150 del segundo. La tesis debería contar alrededor de 500 páginas, es decir, 15.000 euros repartidos en dos años.
“Las ciencias sociales tienen mucho de paja mental”
Para las memorias, Nicolas ha pasado 15 días encerrado en casa con cinco o seis libros cada vez, para entre seis y siete horas de trabajo diario. Los temas escogidos son bastante analíticos, para limitar el trabajo de búsqueda. La opinión de Nicolas sobre todo esto es bastante crítica: “Las ciencias sociales tienen mucho de paja mental”. El siguiente paso es la lectura de Hicham. Será él quien presente la memoria frente a los profesores de la universidad. Y, esta vez sí, ni trampa ni cartón: tiene que conocer a la perfección el trabajo de Nicolas.
Este último considera sin embargo muy fácil descubrir a los impostores, para quien se tome la molestia de buscar un poco: “La memoria está por fuerza llena de referencias personales. En la introducción cito La razón en la Historia de Hegel. De eso a explicarle todo el libro para que comprenda la relación…” Hicham podría jugar con el hecho de que él no es francés, y que su texto ha sido traducido o corregido por otro estudiante, lo que podría estar aconsejado, en algunas circunstancias, por el director de la tesis. En este punto, de nuevo, no hay lugar a la confusión para Nicolas: “la construcción de las frases es típicamente francesa, es evidente. Es más, le han reprochado a Hicham su estilo demasiado enrevesado”.
(banlon1964)
Profesores poco cuidadosos
Entonces, ¿el jurado no tiene excusa? La respuesta de uno de ellos, una profesora de medicina, a cómo hacer frente a los impostores, lo deja claro: “Ya tengo bastante con intentar evitar los plagios para pensar además en los negros”. En este punto, muchos coinciden en señalar una laguna en el sistema de control. Explica que, hace algunos años, juzgó una memoria tan notable que no podía sino haber sido plagiada: “le pregunté si lo fue. Lo negó. Con mi compañero, tuvimos bastantes dudas. Al final, le dimos una buena nota, y entró en la EHESS (Escuela de altos estudios en ciencias sociales en París) para hacer su tesis y nunca más oí hablar del tema. Sigo pensando que si no fue un negro el que hizo todo el trabajo, había con seguridad plagiado”. La profesora en cuestión no quiere que su nombre sea citado: “no quiero entrar en una falta deontológica con mis compañeros y estudiantes”.
“Está claro que podrías entregar una memoria escrita por otra persona sin que me dé cuenta”
Otro ejemplo de la incapacidad de control del sistema universitario, el de un profesor de universidad. Se declara sorprendido de haberse encontrado con estudiantes con un nivel de francés tan bajo que les costaba mantener una simple conversación. “Su director de estudios nos aseguró que era él el que había realizado el trabajo, y que tenía suficiente nivel”. Todavía en el comienzo de su carrera universitaria, este profesor desea también guardar el anonimato, por miedo a recibir reproches de sus compañeros. El silencio reina en la universidad. Finalmente, una declaración alarmante de Michel Boudot, profesor de Derecho en la universidad de Poitiers: “está claro que podrías entregar una memoria escrita por otra persona sin que me dé cuenta”. Hubert Peres, profesor de ciencias política en la facultad de derecho de Montpellier, va aún más lejos y declara: “con razón o sin ella, normalmente no nos planteamos la cuestión”.
¿Qué legitimidad para los títulos?
¿Qué pasa entonces con el valor de los títulos universitarios? Hicham quiere alcanzar el nivel de doctor en relaciones internacionales para “ir siempre un paso por delante de sus adversarios”, como le dijo a Nicolas durante una de sus reuniones. Tenía incluso en mente comenzar a dar clases de vuelta a su país. Caso en el que la impostura sería total.
Sin embargo, existen sanciones. Un estudiante sorprendido haciendo trampas se arriesga a la prohibición de participar en cualquier tipo de oposiciones o exámenes durante cinco años. Una pena que pondría seriamente en peligro cualquier carrera. Este tipo de sanción aglutina diferentes realidades, desde el plagio al recurso a un negro, pero se aplica muy poco. No existen cifras al respecto. Entre el gran número de estudiantes preguntados por este tema, ninguno había nunca visto aplicada dicha sentencia. Ningún medio de control fiable, a parte de la confesión del estudiante implicado, y sanciones que no se aplican: buenas razones para caer en el vicio.
Más le vale a Nicolas que no lo pillen. Por esto, nuestro ‘negro’ nos ha pedido que usemos un pseudónimo. Aún así, los riesgos continúan siendo muy bajos. Para él, el principal problema está en otro punto: forzado a quedarse en la sombra, está privado de todo reconocimiento. Y en tres años de búsqueda, se ha forjado una cultura sólida en el campo estudiado. “Al principio no le presté atención, pero cuanto he visto las notas que sacaban, debo confesar que me sentí muy frustrado, sobre todo en la época en la que no tenía demasiado éxito en mis estudios personales”. Para llenar este vacío, cuenta su aventura a quien quiera escucharla, con la idea de despertar la admiración de sus amigos, ante la imposibilidad de hacerlo entre sus colegas. “En mi currículum, hablo de un estudio realizado para una embajada. Si Hicham lo supiese, no estaría muy contento”.
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