¿Marcha la economía global hacia un desfiladero?
El primer ministro británico, David Cameron, indicó este lunes en el diario The Guardian que las "luces rojas de advertencia" se han encendido en el tablero de la economía mundial.
Quizás por lección aprendida de su padre, quien fue un corredor de bolsa, el aviso de Cameron resultó bien oportuno, ya que coincidió con la inesperada noticia de que Japón cayó en recesión.
Japón es aún la tercera economía más grande del mundo. Y su contracción económica, que tomó a los mercados por sorpresa, coincide con el prolongado estancamiento de la eurozona y lo que aparenta ser una desaceleración a largo plazo del crecimiento en China.
Aparte de India y México, la mayoría de los demás países del mundo en desarrollo y los llamados BRICS (en especial Brasil y Rusia) están enfrentando un difícil panorama.
Dos excepciones
Hay dos aparentes focos de luz en medio de la bruma –Reino Unido y EE.UU.– cuyo crecimiento anual y renta nacional están cerca del 3%.
¿Entonces qué tienen en común EE.UU. y Reino Unido?
Ambos tienen bancos centrales que han mantenido el costo del dinero en su nivel más bajo en cinco años, la austeridad de su sector público ha sido menos grave de lo previsto y su mercado laboral es más flexible que en la mayoría de países desarrollados.
Se trata de condiciones que han estimulado el gasto de los consumidores e incentivado la inversión de las compañías (aunque en Reino Unido eso solo ha ocurrido últimamente).
La preocupación es que la dependencia en el gasto o demanda doméstica provoque que las dos economías, ya altamente endeudadas, contraigan más deudas.
Esta situación se ve menos como una amenaza en EE.UU. donde el déficit del gobierno está cayendo muy rápidamente, en duro contraste con lo que está sucediendo en Reino Unido.
Es también de destacar que los frutos del crecimiento se reflejan en grandes número de nuevos empleos, pero no en un aumento en los estándares de vida.
En especial para los trabajadores de cualificaciones bajas o intermedias, donde los salarios siguen bajo intensa presión.
Las recompensas están siendo cosechadas desproporcionadamente por quienes están en la cúspide de la pirámide de ingreso.
Interés nacional vs global
En cuanto a Japón, sus problemas son en gran parte producto de sus propias políticas, como un nuevo impuesto a las ventas introducido por el primer ministro Abe que aplastó la confianza de los consumidores y empresas.
Lo que, una vez más, refleja la condición anémica general de la economía global son los riesgos de gobiernos que persiguen sus supuestos intereses nacionales en esta era de globalización, de interconectividad ineludible.
Por poner un ejemplo, para Alemania puede parecer perfectamente racional equilibrar su presupuesto del próximo año y generar superávit para los siguientes, si se tratara de una isla económica.
Sin embargo, como motor del crecimiento de la eurozona muchos argumentarían que es una muestra de prudencia que actúa como obstáculo para la recuperación de sus vecinos.
La reunión del fin de semana de jefes de Estado del club del G20 de las economías más poderosas del mundo intentó encarar la realidad del mundo interconectado.
Su comunicado contiene compromisos ambiciosos de abrir el comercio o acabar conjuntamente con la evasión de impuestos de las multinacionales.
Igualmente, obligar a revelar a los propietarios corruptos de sociedades ficticias que roban la riqueza (muchas veces de las economías emergentes), estimular la creación de empleo (para mujeres en particular) y coordinar la inversión en infraestructura.
Nuevas viejas promesas
La esperanza de los líderes del G20 es que estas iniciativas aumenten su ingreso colectivo en US$2 billones, lo que sería de ayuda en una economía global cuyo PIB es de poco más de US$70 billones.
Esperemos que estén en lo correcto pero tras leer los planes nacionales de todos los miembros del G20 no pude ver iniciativas importantes de gastos, inversiones, creación de empleo o de comercio que lucieran completamente nuevas.
En vez de eso, lo que tenemos es un compromiso colectivo de hacer lo que estos países ya prometieron previamente.
Es un compromiso de no recaer, una suerte de promesa de no volver a golpear a sus conyugues.
Ya era tiempo, podría usted decir.
Pero también quizás se preguntaría, por ejemplo, dónde está el compromiso para trabajar como equipo para reducir el gigantesco e insostenible endeudamiento en la mayor parte del mundo.
Es reconocido que este endeudamiento es probablemente la carga más pesada sobre el crecimiento global, pero cuando los países intentan enfrentar solos el problema, muchas veces caen en recesión. Y nuevamente aparece el caso de Japón.
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