El homicidio que mostró el lado sombrío de la ciudad de Disneyland
Era la tarde del 22 de octubre y Ximena Meza, una niña de 9 años, jugaba con sus dos hermanas de 7 y 5 años frente al apartamento en el que vivía con sus padres en la localidad de Anaheim, en el sur de California, cuando se oyeron unos disparos.
Algunos vecinos salieron corriendo. Otros se tiraron al suelo. Para Ximena, ya era demasiado tarde.
La pequeña logró llegar con sus hermanas hasta la puerta de su casa, desplomándose en los brazos de su padre. Una bala le había impactado en el pecho. Una hora más tarde falleció en el hospital.
Dos jóvenes pandilleros fueron detenidos por la muerte de Ximena quien, según las autoridades, no era el objetivo de sus presuntos asesinos, que dispararon contra un grupo rival que se encontraba en la misma zona.
Este trágico incidente causó una gran conmoción en Anaheim y volvió a poner el foco en la inseguridad que se vive en algunos barrios del centro y el oeste de la ciudad, conocida en todo el mundo por ser la casa de Disneyland, el enorme complejo de entretenimiento familiar de Disney.
Muchos de sus habitantes de origen hispano, que representan el 53% de la población, aseguran que se sienten olvidados por las autoridades y desprotegidos frente a la violencia de las pandillas.
Discriminación
La tarde en la que BBC Mundo visitó Anaheim, el parque frente al que murió la pequeña Ximena estaba prácticamente desierto.
"Desde que ocurrió el asesinato hay menos niños jugando en las calles y hay más vigilancia policial, sobre todo cuando los pequeños salen de la escuela", cuenta Zanaida, quien va de camino a casa con sus dos hijas.
"Esta zona es ahora mucho más peligrosa. Se puede ver por los grafitis que hacen los pandilleros para marcar su territorio. Ha cambiado mucho en los últimos diez años", explica la mujer de origen mexicano, quien asegura que nunca deja que sus hijas salgan a jugar a la calle por miedo a que les pase algo.
Guadalupe y Delfino, dos jubilados que viven a una cuadra donde falleció Ximena, coinciden en que en los últimos años la situación de seguridad ha empeorado y se lamentan de que el actual aumento de la presencia policial en la zona "será temporal".
"Les pedimos a las autoridades cosas tan simples como que haya más policías patrullando o que pongan topes en las calles para que los carros no puedan ir demasiado rápido y así no atropellen a los niños que juegan por aquí, pero no nos hacen caso", asegura Guadalupe.
"Si fuera un área de blancos estadounidenses las cosas cambiarían, pero como aquí la mayoría somos latinos no hacen nada", dice la mujer.
Protestas
La sensación de que la comunidad latina vive marginalizada no es nueva en Anaheim, una ciudad que en julio de 2012 ocupó titulares de prensa en todo el mundo por el despliegue de seguridad ordenado por las autoridades para acabar con las protestas que se desataron tras la muerte de dos jóvenes de origen hispano a manos de la policía.
En esa ocasión, fueron muchos los que se preguntaron cómo era posible que en la ciudad de Disneyland -complejo de entretenimiento que se autopromociona como "el lugar más feliz de la Tierra"- la policía utilizara tácticas y equipos de estilo militar para controlar los disturbios que se registraron.
Esos incidentes sacaron a la luz la dura realidad a la que deben hacer frente los ciudadanos de origen hispano que residen en los barrios al oeste de la ciudad -área conocida como "Flatlands" (llanura)- en la que se dan unas altas tasas de desempleo y delincuencia.
En contraste, en el barrio de Anaheim Hills, en las colinas situadas en el este de la localidad, la mayoría de los habitantes son blancos no hispanos, con un ingreso per cápita que dobla el de los residente de zonas de mayoría latina.
La realidad más allá de Disneyland
"Esta ciudad tiene que ser autocrítica y reformarse", asegura Benny Díaz, presidente en el condado de Orange de la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos (LULAC, por sus siglas en inglés).
"Se han olvidado de los ciudadanos. Han invertido cientos de millones de dólares en reformar las áreas adyacentes al complejo de Disney y en construir hoteles de lujo, cuando lo que los ciudadanos necesitan son más centros comunitarios y parques".
"Las pandillas existen porque no se crean centros y programas para los jóvenes", asegura Díaz, quien cree que en los últimos años se "ha incrementado la desconfianza de la comunidad hacia la policía" local, a la que se acusa de racismo.
El teniente Bob Dunn, portavoz de la policía de Anaheim, rechaza que la institución que representa discrimine a los hispanos y asegura que "tratan de contar con representación de miembros de todas las comunidades para reflejar la diversidad de la ciudad".
"Nos preocupa que algunos ciudadanos piensen que no trabajamos para ellos o que somos sus enemigos. Queremos estar ahí y hacer que se sientan seguros", dice Dunn en conversación con BBC Mundo.
Preguntado por la muerte de Ximena Meza, Dunn señala que las estadísticas indican que en 2013 los crímenes violentos en la ciudad descendieron, aunque apunta que puede ser que en algunos barrios haya aumentado la actividad de las pandillas.
"Devastados"
A estas alturas el incremento de la presencia policial en el barrio donde vivía Ximena Meza sirve de poco consuelo a sus familiares, que se encuentran muy afectados por la trágica muerte de la pequeña.
"Los padres están devastados. Ximena era una niña muy buena, alegre y con mucho talento. No esperábamos que pudiera pasar algo así", le cuenta a BBC Mundo su tío Francisco, quien se queja de que en los barrios de mayoría blanca -como Anaheim Hills- este tipo de crímenes no ocurren.
Francisco teme por la seguridad de sus cuatro hijas pequeñas, con las que vive junto a su mujer en un modesto complejo de apartamentos en el oeste de la ciudad, en el que, según cuenta, la presencia de las pandillas es constante.
"William e Ivania, los padres de Ximena, vinieron aquí buscando un futuro mejor, huyendo de la dura realidad de El Salvador. Mira lo que les ha pasado".
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