Exclusión de Rusia del G8: ¿el origen de un nuevo orden mundial?
El G7 está de regreso después de que los líderes de los países más industrializados del mundo, agrupados en el denominado G8, decidieran excluir a Rusia este lunes.
Bajo el liderazgo del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, los presidentes del grupo -que también incluye a Alemania, Canadá, Francia, Japón, Italia y Reino Unido-, se reunieron en La Haya sin la delegación rusa, en represalia a la anexión de Crimea por parte de Moscú.
El canciller ruso, Sergei Lavrov, aseguró que la decisión no es una "gran tragedia" para su país.
Lo cierto es que los acontecimientos en Ucrania han cambiado profundamente las percepciones occidentales con respecto a Rusia y es muy difícil imaginar un retorno rápido a la normalidad.
Al llegar a Holanda para la cumbre, el presidente Barack Obama dijo que EE.UU. y Europa se unieron en la imposición de sanciones que traería "consecuencias significativas para la economía rusa".
Michael McFaul, exembajador de EE.UU. en Moscú, escribió que el presidente Putin "se aprovecha de la confrontación con Occidente ... (y) ha hecho un giro estratégico”.
Sin embargo, Carl Bildt, ministro de Relaciones Exteriores de Suecia , dijo en Twitter que el pronóstico sombrío del señor McFaul estaba subestimando el problema ya que el presidente ruso estaba "construyendo sobre ideas ortodoxas profundamente conservadoras”.
Cuando los responsables de las buenas relaciones entre Oriente y Occidente están en estos términos, se sabe que no es flor de un día.
¿Será que esto es una segunda Guerra Fría o es sólo un reajuste menor de la política mundial?
La respuesta a esto va a depender en buena parte de las decisiones que se tomen en los próximos días: una invasión del este de Ucrania podría activar una guerra a gran escala, pero la consolidaciones de la mano firme en Crimea, con acciones encubiertas apoyando a grupos militantes rusos en Donetsk o Járkov, crearían un dilema aún más difícil para los gobiernos occidentales.
Clima de tensión
Sin embargo, dado que el Kremlin no sólo parece tener poca intención de cambiar su posición sobre Crimea, sino que además ha abierto la posibilidad de una intervención de apoyo a los rusos en Moldavia, o en las repúblicas del Mar Báltico (miembros de la OTAN después de todo), es evidente que el nuevo clima de tensión no va a disminuir rápidamente, y que además puede empeorar.
Hasta ahora, la percepción pública de la dependencia europea del comercio de Rusia ha llevado a muchos a suponer que es poco probable que se tomen sanciones significativas.
Pero quienes tienen ese punto de vista, podrían estar subestimando el grado en que los líderes europeos ya están de acuerdo (hasta ahora en privado) para tomar medidas más duras. O el grado de culpa que tienen por no haber actuado con mayor eficacia hace años.
Las "medidas específicas" promulgadas hasta la fecha por EE.UU. y la UE simplemente penalizan a algunos amigos de Putin y sus aliados políticos. Las sanciones que en principio fueron acordadas por líderes de la UE la semana pasada contra empresas rusas, nos podría llevar a territorio de auténtica guerra comercial.
La semana pasada también, la Comisión Europea se comprometió a intensificar el trabajo para reducir la dependencia energética de Rusia. Y es en este área en la que los líderes europeos han mostrado su resentimiento por haber sido engañados por Putin y haber permitido que las cosas volvieran a la normalidad.
La interrupción del suministro de gas ruso en 2006, y la guerra de 2008 con Georgia, fueron los eventos que llevaron a promesas anteriores para reducir la dependencia energética.
Pero en aquel entonces, privadamente muchos culparon a Georgia por provocar a los militares rusos y no pudieron esperar para volver a hacer negocios con la economía BRIC (Brasil, Rusia, India y China), de los países en auge.
La postura de Merkel
Se está tomando en serio ahora la posibilidad de reducir las importaciones de gas ruso, apuntándole a la capacidad de Ucrania para hacer lo mismo, y acordar nuevas medidas antes de la próxima movida de Rusia, no después.
Tal como el primer ministro sueco, Fredrik Reinfeldt, le dijo al programa Newsnight de la BBC a principio de este mes, una guerra comercial podría herir a Rusia más que la UE.
Rusia representa el 7% de las exportaciones europeas, pero a la inversa, lo que se importa al país desde el resto del continente, representa un 21% de su comercio.
Nadie personifica más esa sensación de querer evitar ser engañado de nuevo por el Kremlin que Angela Merkel. Si bien es cierto que el comercio alemán sigue siendo muy significativo en sus cálculos, su posición política se ha vuelto notablemente más dura en los últimos días.
Hasta dónde va todo esto, incluso sin necesidad de una acción militar de Rusia contra Ucrania o Moldavia, sigue sin estar claro.
Si el proyecto de la UE de reducir su dependencia energética de Rusia da frutos, es posible que el reciente crecimiento del comercio a través de la antigua cortina de hierro quede a la inversa.
Otros debates se llevarán a cabo entre los líderes del G-7, en los pasillos del edificio Berlaymont, sede de la Comisión Europea y en la OTAN: ¿en qué medida los compromisos diplomáticos planeados previamente con Putin son ahora tóxicos? ¿Cómo se puede reforzar la alianza con Ucrania? ¿Habrá que revisar la aguda caída en el gasto en defensa por parte de Europa?
Algunas de estas respuestas son cada vez más claras. No habrá cumbre del G8 en Sochi, y ya Rusia no hace parte del exclusivo club de las naciones industrializadas, que es de nuevo el G7.
Podría haber nuevas medidas contra el círculo íntimo del presidente Vladimir Putin, y se mantendrá el aumento de despliegue de fuerzas de la OTAN en las Repúblicas Bálticas.
Pero existe mucha incertidumbre, incluyendo al nivel más extremo, si una mayor acción militar rusa podría llevar a sanciones de gran escala, un alto en el recorte de las tropas estadounidenses en Europa, y una nueva era de hielo en la diplomacia internacional.
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