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viernes, 8 de mayo de 2015

Qué podemos aprender de las personas superlongevas

Qué podemos aprender de las personas superlongevas

Carmelo Flores Laura, en una foto de 2013
El boliviano Carmelo Flores Laura fue noticia en 2013, cuando se dijo era el hombre más viejo del mundo, con 123 años. Su historia no pudo ser verificada. Flores murió poco antes de cumplir 124 años, en 2014.
Alcanzar los 100 años siempre es motivo de celebración, pero en la actualidad hay tantas personas que llegan a esa avanzada edad que los científicos ni siquiera se molestan en rastrearlas.
En 2012 las Naciones Unidas calcularon que había cerca de 316.000 personas de más de 100 años de edad viviendo en todo el mundo. Para 2050 se espera que esa cifra aumente a tres millones.
Un club mucho más exclusivo es, por lo tanto, el de los supercentenarios. Es decir, quienes viven hasta 110 o más años.
El Grupo de Investigación en Gerontología (GRG, por sus siglas en inglés), un equipo global que tiene su sede principal en Los Ángeles, EE.UU., mantiene en su base de datos la lista de las personas más viejas del mundo.

Centenarios

en aumento

316.000
era el número de personas mayores de 100 años en el mundo en 2012, de acuerdo con cálculos de la ONU
3.000.000
es el número de personas que se espera superen el siglo de vida para el año 2050
    Hasta hace poco había 53 supercentanarias, pero el pasado 1 de abril se anunció el fallecimiento de la mayor de todas, la japonesa Misao Okawa, quien tenía 117 años.
    Okawa había nacido en 1898 y tras su fallecimiento solo quedan cuatro personas, todas mujeres, nacidas antes de 1900 y que, por lo tanto, han vivido en tres distintos siglos. Se trata de tres estadounidenses y una italiana.

    ¡A su salud!

    Expertos en muchos campos, como la biología, la historia y la antropología cultural, se han dedicado a investigar todo lo que pueden en relación a esas personas de extraordinaria edad avanzada.
    Persona anciana, sonriendo
    No solo la ciencia puede aprender de ellos desde el punto de vista biológico. Los supercentenarios son también historia viva.
    La razón más obvia es buscar pistas sobre cómo envejecer saludablemente.
    Las supercentenarias muchas veces "parecen nacer con relojes más lentos que el resto de nosotros", dice Stuart Kim biólogo de desarrollo de la Universidad de Stanford, EE.UU.
    "Cuando tienen 60 años, parecen de 40. Cuando tienen 90, de 70. Al conocerlas, todas se ven y actúan como si tuvieran 20 años menos que su verdadera edad", enfatiza Kim.
    Un caso, por ejemplo, es el de Besse Brown Cooper, quien nació en 1896 en Tennessee, EE.UU., y murió a los 116 años y 100 días, ocupando el décimo puesto entre las personas verificadas que han llegado a vivir más tiempo.
    "Muchas personas exclaman espantadas que no les gustaría vivir tanto", dice el nieto de Besse, Paul Cooper, quien dirige una organización de beneficencia en honor a su abuela y que suministra apoyo a los supercentenarios.
    Sin embargo, a pesar de los achaques relacionados a edades tan avanzadas, Cooper sostiene que su abuela nunca le pareció vieja. Cuenta que no visitaba al doctor, vivía en casa, trabajó en el jardín hasta los 105 y seguía leyendo libros hasta los 113.
    "Mi abuela me enseñó que envejecer con salud es algo fenomenal. No algo a lo que hay que tenerle miedo".
    Una anciana con un teléfono inteligente
    Muchos supercentenarios se mantienen activos hasta una edad muy avanzada.
    Los investigadores están intentando revelar los pilares genéticos y ambientales que sirven de base para la longevidad saludable de Besse y otras supercentenarias.
    Hasta ahora, la herencia es uno de los principales indicadores. "No hay forma de que llegues hasta los 110 años sin que hayas ganado la lotería genética al nacer", apunta Jay Olshansky, profesor de salud pública de la Universidad de Illinois, EE.UU.
    Sin embargo, ni Olshansky ni otros investigadores han conseguidos dar con los genes responsables por la longevidad extrema, en parte porque es difícil encontrar un tamaño de muestra adecuada debido al bajo número de supercentenarios.
    El profesor de medicina y geriatría de la Universidad de Boston, Thomas Perls, dice que a medida que aumenten los límites de las expectativas de vida "aparecerán más pistas no tanto sobre cómo llegar a edades extremadamente avanzadas, sino sobre cómo ayudar a evitar o retrasar enfermedades como el mal de Alzheimer, derrames, cardiopatías y el cáncer".

    Edad y sabiduría

    Sin embargo el valor de la sociedad de las personas supercentenarias y centenarias no termina con la idea de descifrar cómo hacer para que nuestra vejez más saludable.
    Cada anciano contiene una riqueza de conocimientos que ha llevado a algunos a referirse a ellos como tesoros históricos vivientes.
    La información, sin editar, de primera mano, era algo en gran parte ausente de la historia oficial hasta relativamente hace poco, dice Doug Boyd, director del Centro para la Historia Oral Louis B de la Universidad de Kentucky, EE.UU.
    "Podemos sentirnos emocionados por una película pero no es igual a cuando escuchamos algo directamente de otra persona", señala Cooper.
    "La profundidad de emoción que se transmite cuando alguien te dice una historia cara a cara es irremplazable".
    Y los años de experiencia también pueden dar a las personas más viejas una visión única sobre los eventos de la actualidad, comparándolos con hecho pasados.
    O, como lo destaca Olshansky , "todos indudablemente nos beneficiaríamos si pasáramos más tiempo con gente vieja más sabia e inteligente".

    Estilo de vida

    Uno de las ideas más equivocadas con relación al envejecimiento es pensar que lleva automáticamente a tener problemas físicos y mentales.
    Misao Okawa
    Misao Okawa, la mujer más vieja del mundo hasta ese momento, falleció el pasado mes de abril a la edad de 117 años.
    En ese sentido Olshansky y sus colegas encontraron que el supuesto vínculo entre el deterioro de la salud y la edad no se comprueba con los datos existentes a nivel mundial.
    "Muchos de los problemas que relacionamos con el envejecimiento son realmente provocados no por estar muy viejos, sino por lo que nos hacemos al fumar, beber demasiado alcohol o tener sobrepeso", sostiene Perls.
    En realidad mucha gente, incluso quienes tienen 85 o más años tienen el mismo perfil de salud y estado físico que quienes son 20 o 30 años más jóvenes.
    Y es que, según argumentan un creciente número de expertos, la edad cronológica no es una forma válida de medir la salud.

    Nuestra vejez futura

    A pesar de todo lo que pueden aportar los ancianos, la vejez es a veces vista como algo que hay que ignorar o temer.
    Probablemente la discriminación con los ancianos nunca sea derrotada totalmente, pero la edad a la que comienza esa exclusión se podría atrasar como ya se refleja en frases como "los 70 son los nuevos 50".
    Una persona anciana
    El club de los supercentenarios es muy selecto: se cree que hay varios cientos de ellos, pero solo se conoce de la existencia de unas pocas decenas.
    Y Perls dice que a medida que más gente de 80 y 90 años comiencen a llevar una vida plena, esa frase también se ajustará a los tiempos.
    En Japón ya está pasando. "90 ya no es viejo en el sentido japonés", dice Mayumi Hayashi, investigadora de ese país que trabaja para el Instituto de Gerontología del King’s College de Londres. "Cerca de 100 y más, entonces celebramos".
    Y es que en Japón uno de cada cuatro ciudadanos tiene más de 65 años y casi 55.000 son centenarios.
    Además son un grupo excepcionalmente activo. Al levantarse en Japón Hayashi encuentra las calles repletas de ancianos dando su paseo matinal. Luego muchos pasan el día trabajando como voluntarios, interactuando con gente joven.
    Japón, que hasta tiene un día de fiesta oficial dedicado a los ancianos, puede servir como un ejemplo positivo de lo que es posible a medida que otras poblaciones del mundo vayan envejeciendo.
    Aunque la cifra de los que estarán en asilos aumentará dramáticamente también se incrementarán el número de los que vivirán en casa sin ayuda y que trabajarán hasta los 80, 90 o incluso 100 o más años.
    Mariam Amash, nacida en 1888, en una foto en 2008
    Cuando Mariam Amash pidió un documento de identificación en Israel en 2008, mostró un certificado de nacimiento que databa de 1888, emitido por el Imperio Otomano. Murió en 2012, a la edad de 124 años, aunque la autenticidad del registro no pudo ser verificada.
    Y Olshansky cita el ejemplo el envejecimiento de los llamados baby boomers (la generación de bebés nacidos tras la Segunda Guerra Mundial en algunos países anglosajones) grupo al que él pertenece.
    "Nosotros, los que andamos en los 70, nos consideramos como rebeldes. Les puedo asegurar que protestaremos contra las discriminación por edad".
    "Cambiaremos las cosas", asegura, "y ustedes, lo más jóvenes, se beneficiarán".

    viernes, 31 de mayo de 2013

    Secretos de un hombre que nació en el siglo XIX y sigue vivo


    Secretos de un hombre que nació en el siglo XIX y sigue vivo

    El antiguo cartero japonés Jiroemon Kimura atribuye sus 116 años a una dieta consistente en comer sólo el 80% de lo que le apetece

    Secretos de un hombre que nació en el siglo XIX y sigue vivo
    El antiguo cartero japonés Jiroemon Kimura, cuando tenía 115 años / Guinness World Records

    AGENCIA MATERIA


    En 1897, el escritor Bram Stoker publicaba su novela Drácula, Bayer producía por primera vez la aspirina, Guglielmo Marconi patentaba la radio y “Thomas Edison”: http://elcomercio.pe/tag/247854/thomas-alva-edison registraba el quinetoscopio, precursor del cine. Aquel mismo año nacieron el escritor estadounidense William Faulkner, el ministro nazi Joseph Goebbels y el director de cine Frank Capra. Todos estos hechos y personajes pasaron a la historia hace mucho tiempo, pero en 1897 también nació el japonés Jiroemon Kimura. Y sigue vivo.

    Tras la muerte el 23 de mayo de James Sisnett, nacido en Barbados en 1900, Kimura, un antiguo cartero, se ha convertido en el único hombre conocido que nació en el siglo XIX y permanece con vida, según el registro del Grupo de Investigación en Gerontología de EEUU. Tiene 116 años. Su secreto, según ha declarado Kimura a la prensa local, es el hara hachi bu, una tradición confuciana que consiste en algo así como comer sólo hasta que estás lleno al 80%. Pero, por desgracia para los que son más jóvenes que Kimura, es decir el resto de la humanidad, no todo es tan sencillo.

    Kimura es el ser humano más viejo del planeta y una excepción en la cumbre de los supercentenarios, los individuos con 110 años o más. Las otras 20 personas nacidas en el siglo XIX que siguen vivas son mujeres. “Sólo conocemos tres ventajas para llegar a ser supercentenario: ser mujer, vivir en un país desarrollado y haber nacido en esta época contemporánea, no en el siglo XVII, por ejemplo”, resume el alemán Heiner Maier, demógrafo del Instituto Max Planck y coautor de la monografía científica Supercentenarios. Kimura, evidentemente, no tiene una de las tres ventajas o lo disimula muy bien.

    MUJERES DELGADAS NO FUMADORAS
    “Sabemos lo que tiene que hacer una persona de 30 años para vivir más: no fumar, no comer en exceso, hacer ejercicio, ponerse el cinturón de seguridad en el coche, hacerse regularmente chequeos médicos. Pero en los supercentenarios estos patrones ya no son válidos. Es muy difícil conocer sus secretos”, explica Maier.

    La persona más longeva cuya edad se ha verificado es la francesa Jeanne Calment. Murió en 1997, con 122 años. Vivió toda su vida en la ciudad de Arlés y, según su relato, allí conoció al pintor Vincent van Gogh, que viajó al sur de Francia en busca de su luz y sus colores explosivos. “Era feo, estaba arrasado por el alcohol y frecuentaba los burdeles”, recordaba Calment en sus últimas entrevistas, pese a que el pintor había muerto más de un siglo antes, en 1890. Cada día, la francesa bebía un vaso de oporto, se fumaba un cigarrillo y comía chocolate. “Mantén siempre tu sentido del humor. A eso atribuyo mi larga vida. Creo que me moriré riendo”, decía. Una de sus bromas era conocida en todo su pueblo: “Nunca he tenido más que una arruga, y estoy sentada encima de ella”.
    Un grupo de investigadores, encabezado por Bernard Jeune, de la Universidad del Sur de Dinamarca, ha estudiado las biografías de las personas que, como Kimura y Calment, han superado la increíble barrera de 115 años. Sólo reconocen unos 20 casos desde 1990. “Las travesías vitales de estas personas muy ancianas difieren mucho y casi no tienen características comunes, aparte del hecho de que la gran mayoría son mujeres (sólo dos son hombres), la mayor parte fumaba muy poco o nada en absoluto y nunca estuvieron obesos”, apuntaban en el libro Supercentenarios. “Sin embargo, todos ellos parecen haber tenido poderosas personalidades, pero claramente no todas eran personalidades dominantes”, añadían.

    BRANDY, LECHE DE BURRA Y LOS DIEZ MANDAMIENTOS
    Cada supercentenario creía tener una llave diferente para la inmortalidad. La inglesa Charlotte Hughes, una antigua profesora de una escuela religiosa, fallecida en 1993 con 115 años, creía que su truco para esquivar a la muerte era “un estilo de vida saludable, un brandy fuerte, beicon y huevos”. Y cumplir a rajatabla los Diez Mandamientos. En cambio, la ecuatoriana María Esther Capovilla achacaba su edad a haber bebido mucha leche de burra. Murió en 2006, dos semanas antes de cumplir 117 años.

    Cuando la estadounidense Sarah Knauss falleció en 1999 con 119 años, uno de sus tataranietos ya había tenido un hijo. Los demógrafos del Instituto Max Planck creen que es la segunda persona que más ha vivido en el planeta. Nunca fumó, se relamía con el chocolate y odiaba comer verdura.

    El danés Chris Mortensen fue un caso insólito. Murió en 1998 a la edad de 115 años. Cuando cumplió 113, un grupo de científicos, entre ellos Bernard Jeune, le regaló una caja de puros. Llevaba fumando pipas y puros casi un siglo, pero no se tragaba el humo. Su secreto, decía, era “comer bien”.

    La neerlandesa Hendrikje van Andel-Schipper, por su parte, falleció en 2005 a los 115 años. Atribuía su larga vida a comer arenque crudo y beber un zumo de naranja cada día. El puertorriqueño Emiliano Mercado del Toro, en cambio, creía que su secreto era comer bacalao, harina de maíz cocida y beber leche de coco. “Nunca he dañado mi cuerpo con licores”, afirmaba antes de morir en 2007, con 115 años. Cuando EEUU arrebató la isla de Puerto Rico a España en 1898, Emiliano estaba allí de testigo.

    MACACOS A DIETA
    En apariencia, cada supercentenario es un mundo. El hara hachi bu de Kimura, por lo tanto, tendrá que esperar para ser declarado el elixir de la eterna juventud. “Comer raciones pequeñas puede ser una manera de vivir más tiempo, o no. Simplemente, no lo sabemos”, sentencia Heiner Maier.

    El español Rafael de Cabo lleva 13 años trabajando en el Instituto Nacional del Envejecimiento de EEUU, en Baltimore. Allí participó en un largo estudio realizado con 120 macacos durante 28 años. La mitad vivió con una ingesta de calorías un 30% menor a la de la otra mitad de los monos. En 2012 los investigadores publicaron sus conclusiones en la revista “Nature”. “La restricción calórica mejora la salud, pero no tiene por qué alargar la vida”, resume De Cabo. Los macacos que comieron menos tardaron más en desarrollar las enfermedades típicas del envejecimiento, pero no vivieron más tiempo. La teoría es que el metabolismo de los alimentos produce moléculas inestables, los llamados radicales libres, que acaban dañando las moléculas vitales para el organismo, como el ADN.

    Sin embargo, sus resultados contrastan con otro estudio que se lleva a cabo en el Centro Nacional de Investigación con Primates de Wisconsin. Allí, un grupo de científicos liderado por Richard Weindruch anunció en 2009 que el 80% de los macacos sometidos a una dieta con un tercio menos de calorías seguía viviendo tras 20 años, frente al 50% de los macacos que comían sus raciones enteras. En general, los monos del primer grupo presentaban un riesgo tres veces menor de padecer cáncer, diabetes, enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas.

    Los dos equipos de investigadores tratan ahora de averiguar por qué llegaron a resultados tan diferentes en experimentos tan parecidos. Por ejemplo, en el ensayo de Baltimore, los monos comían dos veces al día. En Wisconsin, sólo una. “El sospechoso al que todo el mundo apunta es la sacarosa. En Wisconsin, la cantidad de estos azúcares purificados en la dieta era mayor”, señala De Cabo.

    EL CASO DE OKINAWA
    La baja ingestión de calorías también se apunta como una de las responsables de la longevidad extrema observada en la región japonesa de Okinawa, donde viven 740 personas centenarias en una población de 1,3 millones de habitantes, según el Ministerio de Salud de Japón. Es la proporción de centenarios más alta del planeta.

    El sociólogo español Juan Manuel García González cree que detrás de la longevidad de los supercentenarios se encuentra “una combinación del estilo de vida, los genes y la suerte”. García recuerda estudios que estiman que los genes son responsables sólo en un 25% de la longevidad de una persona. El sociólogo, que también participó en el libro Supercentenarios, recalca la dificultad de verificar la edad real de un supercentenario, sobre todo en países como China e India, donde no suelen existir registros de nacimientos tan antiguos. Por eso los supercentenarios conocidos se concentran en Japón, EE.UU. y algunos países europeos, donde sí hay buenos archivos.

    García tuvo la oportunidad de hablar con una supercentenaria, la española Manuela Fernández-Fojaco, que murió en 2009 con 113 años. “Nos dijo que su truco era bailar la vida”.

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